jueves, 9 de febrero de 2017

PATAGONIA (EL CHALTÉN)


FITZ ROY

Fitz Roy desde El Chaltén
Antes de salir hacia El Chaltén hicimos una buena compra de comida calculando los 4 días que íbamos a estar en la montaña haciendo La Vuelta del Huemul y Manu aprovechó para comprar su carpa en el supermercado (unos 25€). 

Fuimos en bus hasta allí y colocamos la carpa en un camping en medio del pueblo que, aunque no tenia muy buena pinta, parecía que era el que mas nos resguardaría del fuerte viento que pegaba en toda la zona.


Al haber llegado tarde encontramos las tiendas de alquiler de material de montaña cerradas y tuvimos que dormir sin esterilla. Fue una noche muy dura porque, aparte de la incomodidad de dormir directamente sobre el suelo, hizo un frió horrible y llovió mucho. Ahí fue cuando nos dimos cuenta de que iba a ser imposible hacer el trekking que teníamos planeado con la carpa que llevábamos (el frío y la lluvia la traspasaban como si fuera de papel).

Como siguió lloviendo muy fuerte durante todo el día tuvimos que cancelar la ruta de calentamiento que habíamos planeado para prepararnos la subida al sendero del Huemul y no nos quedó más remedio que hacer otra; ¡la ruta de las cervecerías artesanales!, que tampoco estuvo nada mal y además nos sirvió para discutir tranquilamente lo que haríamos los próximos días y comprar un plástico para cubrir la carpa y alquilar unas esterillas que nos hicieran menos duras las frías noches que nos esperaban por delante.





Tras salir de juerga y habernos metido entre pecho y espalda una parrillada argentina de campeonato y varios litros de zumo de cebada patagónica, a la mañana siguiente decidí quedarme en tierra mientras estos dos campeones se atrevieron a hacer una ruta de unas 9 horas.


Con las fuerzas renovadas y habiendo pasado una noche menos dura, al día siguiente hicimos el trekking a Laguna Torre. Fue una caminata sin mucha dificultad que hicimos en menos de la mitad del tiempo del que nos habían dicho que se tardaba. Al final del camino se llega a un lago con unas vistas muy bonitas de un glaciar entre montañas donde paramos a comer y descansar tomando el sol mientras un zorrito nos ladraba para que le diéramos comida.
 










Esa también fue una noche muy jodida y por la mañana Manu y yo recorrimos todo el pueblo buscando un hostal donde poder dormir el resto de los días sin congelarnos pero fue imposible, todas las camas estaban ocupadas.  Edu estaba mas tranquilo porque tenia una carpa bastante mejor en la que sí se podía dormir (doy fe, porque cuando nos despedimos me la dejó y es en la que estoy pasando las noches desde entonces...¡Mil gracias Edu!!)

Mientras desayunabamos algo calentito apareció en la cafetería Lander, un colega de Bilbao que llevaba unos meses trabajando de ayudante de guia en el pueblo y con el que había sido casi imposible ponerme en contacto hasta ese momento. Me dio una alegría increíble no solo por haberle podido encontrar tras haber preguntado a casi todos los currelas del pueblo, sino porque esa noche nos invito a cenar a su casa y yo pude dormir en la cama de uno de sus compañeros de piso que pasaba la noche en la montaña.

Por la tarde fuimos a ver la cascada del Chorrillo y más tarde fuimos a casa de Lander, donde Edu preparó una pasta espectacular mientras el anfitrión nos contaba mil historias increíbles del pueblo y sus mundialmente conocidas montañas y de sus aventuras currando como porteador y ayudante de guia por el hielo continental.



Con las pilas recargadas por haber podido dormir calentito sobre un colchón, al mediodía empezamos la subida a la Loma del Pliegue Tumbado, que me llevó unas 3 horas de subida continua y otras 2 y media de bajada, pero mereció la pena poder contemplar desde arriba toda la sierra del famoso Cerro Torre y el imponente Fitz Roy.




 
Como era nuestra ultima noche, nos despedimos como era debido de El Chalten, disfrutando de su noche y de sus maravillosas cervecerías artesanales hasta altas horas de la madrugada.


Mi plan era hacer dedo para ir subiendo por toda la Ruta 40 hasta llegar a El Bolsón o Bariloche (24 horas en bus), porque el bus salía muy caro para mi presupuesto de mochilero, pero tuve una suerte increíble al enterarme que Mabel, una señora de casi 60 años estaba buscando acompañante para viajar en la misma dirección.

Me despedí de los que habían sido mis compañeros de viaje y hermanos por unos días y subí al carro de Mabel en el que me esperaban 10 horas de duro trayecto por el inmenso desierto patagónico.

miércoles, 8 de febrero de 2017

PATAGONIA (EL CALAFATE, GLACIAR PERITO MORENO)

Tras pasar unos días en Buenos Aires buscando la mejor manera de bajar a Patagonia ví que el precio del avión no era mucho más caro que el del bus y ademas iba a ahorrar un montón de tiempo de viaje asi que no lo dude y el día 16 de enero a las 5 de la mañana salí hacia El Calafate.

Una vez aterrizado y habiendo dormido apenas una hora en toda la noche, le eché valor y me puse a hacer dedo a la salida del aeropuerto.  Solo estuve en la carretera una media hora hasta que me levantó una pareja de chilenos, pero me sirvió para empezar a darme cuenta de donde estaba, porque, a pesar del solazo que pegaba, pasé un frío del carajo.

Al llegar al pueblo y patear con la mochi a cuestas un buen rato encontré mi hostal pero tuve que deambular 6 horas más por el pueblo hasta que me dejaron hacer el check-in y pude tumbarme a intentar echar una siesta, lo cual fue bastante complicado por el ruido que venia tanto de dentro del barracón en el que estaba como de las fabricas que había a unos metros y por lo que temblaba el suelo cada vez que alguien se movía (son cositas que pasan cuando tienes que dormir en los hostales más baratos!).

Al día siguiente hice dedo durante 3 horas para ir hasta el Glaciar Perito Moreno pero no hubo manera, así que no tuve más remedio que tomarme un par de cervezas artesanales en una terracita tomando el sol.  Ahí coincidí con Newton, un colega que conocí en el hostal de Punta Diablo con el que salí a conocer más variedades de cervezas artesanales de la zona esa misma noche. En una de las birrerías conocimos a Manu y Edu, un malagueño y un madrileño que nos convencieron para darnos un homenaje y probar el cordero patagónico y con los que compartí muy buenos momentos más adelante.

Al tercer día de estar en el pueblo ya tuve más suerte y tras una hora de hacer dedo me recogió una pick-up que llevaba a otros 4 afortunados en el cajón de atrás. Después de casi dos horas de camino y de cambiar de coche un par de veces llegué al parque del Glaciar. ¡Tanta espera había merecido la pena!
 Desde la pasarela superior:















Desde la pasarela inferior:






Secuencia rotura bloque grande (30 mins. esperando)



Desde pasarela de la costa:



Recorrí todos los senderos del Parque durante horas mientras observaba alucinado ese gigante blanco (que también tenía unos tonos intensísimos de azul en las grietas donde el hielo era más compacto) y escuchaba las impresionantes explosiones que sonaban cuando se desprendía algún pedazo del Glaciar.

A la vuelta dos londinenses me llevaron al pueblo junto con Cyril (un mochilero francés con el que me he vuelto a encontrar un par de veces en el camino) y nos invitaron a un par de cervezas artesanales mientras nos contaban muy buenas historias sobre su viaje.
A la mañana siguiente, tras haber estado debatiendo con Newton si bajábamos o no hacia Ushuaia, decidimos separar nuestros caminos; él hacia Torres del Paine y yo hacia El Chaltén, a donde iba un poco a la aventura, ya que sabia que era casi imposible encontrar una cama en un hostel y además iba sin tienda de campaña.

Tuve una suerte increíble cuando, en la estación de bus, encontré a Edu y Manu que iban al mismo pueblo y me ofrecieron compartir comida y "carpa" (como llaman aquí a las tiendas de campaña) con ellos si me animaba a hacer una ruta de 4 días por la montaña. Un poco "cagao" me animé porque he aprendido que en esta vida hay que echarle huevos y aprovechar todas las oportunidades que se te presenten.