domingo, 18 de junio de 2017

SANTIAGO DE CHILE

Adri ya me había indicado como llegar de la estación hasta su casa, así que siguiendo sus instrucciones, primero pillé el metro (mucho más tranquilo de lo que me esperaba) y después un taxi que me dejó en la puerta. Dejé mis cosas en el cuarto que me habían preparado mis anfitriones y salí a comer.
Vistas desde la terraza
Le pregunté al portero si había algún lugar cerca para comer algo barato y él me respondió literálmente: "Bilbao con los Leones", lo que me dejó un poco deshubicado porque pensaba que igual estaba haciéndome alguna referencia al Athletic sabiendo que Adrián y yo somos de Bilbao, pero realmente me estaba indicando un restaurante que estaba entre la calle Bilbao y la calle Leones, ¡que también es coincidencia!

Después de comer un bocata de pollo con palta (en Chile nunca falla) volví a casa y me encontré con Adri en el portal. Bajamos a la piscina de su edificio y por la noche nos cenamos unos bocatas muy ricos charlando en la terraza antes de ir pronto a dormir porque todos estábamos bastante cansados.

El sábado comimos un pollo asado muy bueno en casa y por la tarde salimos a hacer slackline en un parque. A ellos se les daba bastante bien, pero a mí me pareció super complicado poder mantener el equilibrio más de diez segundos sobre la cuerda y además cansa bastante más de lo que parece. Esa noche la pasamos tranquilos en casa cenando pizza y tomando unos fernets mientras echábamos unas risas.

El domingo fuimos a un peruano muy bueno y por la tarde salimos a dar un paseo por la zona tranquilamente y fuimos pronto a la cama porque a estos les tocaba madrugar mucho al día siguiente para ir a currar. Yo aproveché para salir a conocer la ciudad con Mat, que también estaba allí.

No se si a él le gustará recordarlo, pero cayó en una de las trampas más típicas para turistas novatos; Un trilero tenía tres chapas y había que adivinar cual era la que tenia el escudo del Colo-Colo por debajo. La verdad es que lo tenía muy bien montado y hasta que nos fuimos, no nos dimos cuenta de que había mucha más gente compinchada de la que pensábamos en un principio. Después de dejarse ahí unos cuantos euskos fuimos a conocer sitios turísticos como la Casa de la moneda, la Plaza de Armas, el cerro Santa Lucia, la Plaza Italia y finalmente lo mejor que tiene la ciudad: la Euskal Etxea.

Vistas desde cerro Santa Lucía


Era una casa bastante grande, con balcones de madera pintados de verde y realmente parecía una casa vasca. Tenía un gran restaurante y un par de frontones, uno interior y otro exterior. Había gente entrenando para los campeonatos mundiales de pelota a paleta (pala) y otros echando una pachanga de pelota mano. Estuvimos hablando con ellos y nos contaron que también daban clases de Euskera y de danzas vascas. Por la noche cenamos en el restaurante una tortilla de patata y unas croquetas de chorizo y de piperrada con unos mojitos de patxaran muy buenos.


Torti, croquetas y mojito de patxaran
 


El martes fui con Mat a ver un par de mercados; la Vega Central, uno de los mercados de fruta y verdura más grandes de Sudamérica y el Mercado Central, donde comimos un ceviche y una merluza frita antes de ir a probar el típico Terremoto (vino dulce con helado de piña y fernet) a la Piojera, uno de los bares más antiguos de Santiago. De ahí fuimos a un bar vasco, el Txoko Alavés, donde el dueño, un vitoriano enamorado de Bilbao (más concretamente del "bar" la Palanca), nos invitó a unos kalimotxos mientras nos cantaba canciones típicas de txikiteros y nos contaba historias de cuando iba a San Mamés con su acordeón y luego a la Palanca a visitar a sus "amigas".

Por la noche fuimos a una típica calle de bares en el barrio Bellavista y alucinamos con el ambiente que había para ser un martes. Nos cenamos una buena chorrillana y terminamos la noche tomando un gin tonic en un bar de reggae muy guapo.

Al día siguiente el de Biarritz ya se había ido, así que aproveché para descansar y hacer unas compras que necesitaba. Por la noche, Adri y Caro me invitaron a cenar y tomar unas cervezas para despedirnos porque a la mañana siguiente yo cogía un avión a San Pedro de Atacama. Aunque fue una pena no poder compartir más rato con ellos porque tenían que currar, estuve super a gusto en su casa y me trataron de maravilla.

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