Después de un buen rato, encontré un sitio donde pasar la noche y pude ir a la terminal más tranquilo. Allí tuve que esperar más de una hora porque no llegaban los buses, que estaban parados en la frontera. Más tarde lo pude comprobar por mí mismo cuando tuve que hacer una cola de casi una hora para que me pusieran un par de sellitos en mi pasaporte. La espera no estuvo mal del todo porque pude conocer a una señora Malasia y a una chica iraní y dos libanesas con las que luego pasé el día en las cataratas.
Durante todo el viaje, que duró casi dos horas contando con las paraditas en las fronteras, cayó una tormenta muy fuerte que, por suerte, paró justo cuando estábamos llegando al principio del paseo hacia la Garganta del Diablo.
En la parte brasileña el sendero es más estrecho, está más lleno de turistas y el recorrido en sí es menos bonito pero las vistas desde esa orilla y la cercanía a la Garganta son impresionantes.
Al final del paseo tienes la posibilidad de acercarte tanto que acabas empapado por la nube de agua que escupen las cataratas, pero la sensación es increíble...¡Lo podréis comprobar al ver en la fotos mi careto de feliciano, jajaj!
El volver, calado pero encantado con la visita y la compañía que había tenido, volvió a tocar esperar la chapa de las fronteras por algo mas de una hora. Tiempo en el que tomé la decisión de comprar un boleto de bus de vuelta a Buenos Aires (desde donde escribo) para seguir mi aventura hacia la Patagonia, a donde vuelo, muy emocionado, esta noche.
¡¡Estais tardando en ir a conocer esta maravilla de la Naturaleza!!
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