miércoles, 8 de febrero de 2017

PATAGONIA (EL CALAFATE, GLACIAR PERITO MORENO)

Tras pasar unos días en Buenos Aires buscando la mejor manera de bajar a Patagonia ví que el precio del avión no era mucho más caro que el del bus y ademas iba a ahorrar un montón de tiempo de viaje asi que no lo dude y el día 16 de enero a las 5 de la mañana salí hacia El Calafate.

Una vez aterrizado y habiendo dormido apenas una hora en toda la noche, le eché valor y me puse a hacer dedo a la salida del aeropuerto.  Solo estuve en la carretera una media hora hasta que me levantó una pareja de chilenos, pero me sirvió para empezar a darme cuenta de donde estaba, porque, a pesar del solazo que pegaba, pasé un frío del carajo.

Al llegar al pueblo y patear con la mochi a cuestas un buen rato encontré mi hostal pero tuve que deambular 6 horas más por el pueblo hasta que me dejaron hacer el check-in y pude tumbarme a intentar echar una siesta, lo cual fue bastante complicado por el ruido que venia tanto de dentro del barracón en el que estaba como de las fabricas que había a unos metros y por lo que temblaba el suelo cada vez que alguien se movía (son cositas que pasan cuando tienes que dormir en los hostales más baratos!).

Al día siguiente hice dedo durante 3 horas para ir hasta el Glaciar Perito Moreno pero no hubo manera, así que no tuve más remedio que tomarme un par de cervezas artesanales en una terracita tomando el sol.  Ahí coincidí con Newton, un colega que conocí en el hostal de Punta Diablo con el que salí a conocer más variedades de cervezas artesanales de la zona esa misma noche. En una de las birrerías conocimos a Manu y Edu, un malagueño y un madrileño que nos convencieron para darnos un homenaje y probar el cordero patagónico y con los que compartí muy buenos momentos más adelante.

Al tercer día de estar en el pueblo ya tuve más suerte y tras una hora de hacer dedo me recogió una pick-up que llevaba a otros 4 afortunados en el cajón de atrás. Después de casi dos horas de camino y de cambiar de coche un par de veces llegué al parque del Glaciar. ¡Tanta espera había merecido la pena!
 Desde la pasarela superior:















Desde la pasarela inferior:






Secuencia rotura bloque grande (30 mins. esperando)



Desde pasarela de la costa:



Recorrí todos los senderos del Parque durante horas mientras observaba alucinado ese gigante blanco (que también tenía unos tonos intensísimos de azul en las grietas donde el hielo era más compacto) y escuchaba las impresionantes explosiones que sonaban cuando se desprendía algún pedazo del Glaciar.

A la vuelta dos londinenses me llevaron al pueblo junto con Cyril (un mochilero francés con el que me he vuelto a encontrar un par de veces en el camino) y nos invitaron a un par de cervezas artesanales mientras nos contaban muy buenas historias sobre su viaje.
A la mañana siguiente, tras haber estado debatiendo con Newton si bajábamos o no hacia Ushuaia, decidimos separar nuestros caminos; él hacia Torres del Paine y yo hacia El Chaltén, a donde iba un poco a la aventura, ya que sabia que era casi imposible encontrar una cama en un hostel y además iba sin tienda de campaña.

Tuve una suerte increíble cuando, en la estación de bus, encontré a Edu y Manu que iban al mismo pueblo y me ofrecieron compartir comida y "carpa" (como llaman aquí a las tiendas de campaña) con ellos si me animaba a hacer una ruta de 4 días por la montaña. Un poco "cagao" me animé porque he aprendido que en esta vida hay que echarle huevos y aprovechar todas las oportunidades que se te presenten.

No hay comentarios:

Publicar un comentario