viernes, 3 de marzo de 2017

RUTA 40



Durante las 10 horas de trayecto de Esquel a Perito Moreno charlé mucho con Mabel, pero aún así se hizo bastante duro, ya que el paisaje era muy monótono (tierra seca y algún que otro guanaco), el coche no tenia reproductor de música ni aire acondicionado (es muy necesario si estas recorriendo un desierto con el sol golpeando durísimo durante tanto tiempo) y además la noche anterior me había acostado a menos diez.

GUANACOS CRUZANDO RUTA 40
GUANACOS CRUZANDO RUTA 40

La idea de la señora era ir acompañada porque le daba miedo quedarse dormida en el camino, así que tuve que hacer milagros para no quedarme frito. Fue inevitable que se me cerraran los ojos y que cayera en un sueño profundísimo aunque fuera solo por intervalos de uno o dos minutos cada vez que me ocurría. Aun así parece que lo supe disimular bien con las gafas de sol y la señora acabo encantada con mi compañía.

LA INTERMINABLE RUTA 40
LA INTERMINABLE RUTA 40

Me dejó en un pueblito en medio de la nada llamada Perito Moreno, donde pasé la noche en casa de unos señores a la que le habían puesto un cartelito que decía "hospedaje", que era lo único que podía hacer pensar que un viajero pudiera dormir ahí. Tenían un par de camas de sobra y una duchita minúscula que solo se podía usar unas pocas horas al día.
Afortunadamente solo tuve que pasar ahí una noche y por la mañana, temprano, salí a hacer dedo a la carretera, sin saber muy bien a lo que me estaba enfrentando. Por delante me esperaban 14 horas (540 km!) en la Ruta 40 bajo un sol infernal y un viento que literalmente me tiraba al suelo si no me ponía al hombro mi mochilón de 20kg.

¡AL MAL TIEMPO, BUENA CARA!
Primero me recogió un currela de Direct TV que me sacó a la carretera principal, donde supuestamente tendría más posibilidades de que alguien me llevara en la dirección que quería. Después de esperar mas de una hora en la que pasaba un coche cada 10 minutos, me levantaron unos chicos que me acercaron hasta la salida de Río Mayo, otro pueblito pequeño que me pillaba de camino. Durante el camino la que más conversación me dio fue  Martina, una niña de unos 5 años que acababa de aprender a escribir y no paraba de ponerme a prueba preguntándome qué ponía en los indescifrables jeroglíficos que dibujaba sin que yo pudiera resolver ninguno de ellos por mucho empeño que le pusiera.
ARTE EN RIO MAYO

En una rotonda a las afueras de ese pueblo estuve otra hora y cuarto, más o menos, viendo pasar unos cuantos coches a cuyos conductores sin alma no les importaba que me estuviera asando bajo el sol patagónico hasta que de repente uno de ellos, que ya había pasado de largo frenó y dio la vuelta.
El conductor era un forofo de Boca Juniors que decidió recogerme al reconocer mi camiseta del Athletic. Me dijo que nunca hubiera levantado a un argentino y que gracias a mi remera supo que yo no lo era. Éste me llevó una media hora hasta un cruce donde se dividían nuestros caminos y no paró de hablar de fútbol en todo el camino e incluso quiso cambiarme la cami por la suya de Boca a lo que respondí negativamente diciendo que yo ya tenia una de su equipo en casa.

LA NADA
Esta vez sí que estaba en medio de la nada y con un viento muy violento que me llegó a asustar cuando vi que pasaba casi una hora y nadie paraba a por mi. En ese momento escuché un coche que venia por detrás de mi por fuera de la carretera y pegó un frenazo muy brusco. Cuando vi el coche "tuning" con todas las ventanas tintadas y la luna delantera reventada casi me cago de miedo pensando que venia a robarme o algo peor. El conductor se bajo del carro y como para tranquilizarme me dijo casi inmediatamente (y muy gratuitamente) que era ex-militar, lo cual no hizo que se calmaran del todo mis ánimos, pero aún así me subí, porque estar ahí fuera yo solo era bastante peor elección.

El ex-militar y ahora minero, después de hablar casi una hora de lo que odiaba a los camioneros chilenos y también a los que no eran camioneros, me dejó en su pueblo, Gobernador Costa donde tuve que estar con el dedo en alto casi 4 horas.

SANTUARIO DEL GAUCHITO GIL  
 Cuando empezó a bajar el sol y estaba a punto de darme por vencido y buscar algún otro "hospedaje" infernal paró un tipo joven que también me dijo que me recogió porque "no parecía argentino" y porque "parecía indefenso con el mochilón que llevaba".  Este estaba trabajando de comercial de moviles por la zona y después de parar en un par de tiendas por el camino, me ayudo a llegar hasta Esquel e incluso me acercó a la oficina de turismo y después me llevó hasta el hostal en el que por fin podía descansar tranquilo.

La Patagonia argentina es infinita y muy bonita, pero no es el lugar más recomendable para jurársela a ir a dedo. Eso sí, no creo que ese día se me vaya a olvidar facilmente.




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