jueves, 6 de julio de 2017

SALAR DE UYUNI

A las 4 de la mañana recogimos las mochis y salimos a esperar a que Eddy viniera a por nosotros para salir a conocer uno de los sitios más increíbles en los que he estado. La noche anterior nos dijeron que estábamos de suerte porque unos días antes había llovido y el salar estaba inundado, pero que debíamos llevar unas chancletas para que el agua salada no estropeara nuestras zapatillas.

Cuando llegamos todo estaba todavía muy oscuro, pero aun así Eddy nos dijo que saliéramos del coche para disfrutar mejor del amanecer. Todavía quedaba una hora para que empezara a salir el sol y estábamos en medio de un desierto en donde el viento soplaba durísimo con los pies metidos en agua helada ¡en chancletas!.

Para evitar que se me gangrenaran los dedos y me los tuvieran que amputar, me subí al coche pero tampoco mejoró mucho el asunto porque el viento golpeaba mucho más fuerte y la sal que cubría el coche estaba comiéndose poco a poco mi ropa. Tocó volver a refrescar los pies y esperar valientemente a que Loren asomara la cabeza.

Poco a poco se iba aclarando el cielo aunque no pudimos ver el sol hasta un buen rato después del amanecer porque había muchas nubes. Aprovechamos los primeros rayos para empezar a movernos un poco y sacar las primeras fotos. Eddy sacó al artista que lleva dentro y nos fue dando indicaciones para posar de mil formas distintas mientras sacaba las fotos como si fuera profesional. Al verlas más tarde pudimos comprobar que había sido poco más que postureo.











Tras sacar unas 3300 fotos, pudimos subir al coche a calentar los pinrreles e ir a desayunar. Nos llevaron al Hotel de Sal, un sitio muy curioso que, como alguno ya se habrá podido imaginar, esta hecho de sal. Allí recuperamos la temperatura tomando unos cuantos cafés y mates de coca antes de ir a otro punto en medio de la nada a sacar las típicas fotos chorras. 







Para terminar el tour nos llevaron a comer "pollo malo" a un mercado artesanal. El día anterior por la tarde pude escuchar en el coche a Eddy hablando por teléfono y diciendo alto y claro que iba a comprar "pollo malo" para el almuerzo. Me entró un ataque de risa y les traduje a los demás lo que había oído. Le pregunté a Eddy qué había querido decir con eso y con una risa un poco nerviosa me dijo que era una broma y que iba a comprar el mejor pollo de Uyuni.

Cuando terminamos el pollo (que estaba bastante bueno) nos llevaron a la oficina de la agencia donde dejamos las mochilas para ir a comprar los billetes para Potosí y dar una ultima vuelta por el pueblo.

Unos 15 minutos antes de que saliera nuestro bus fuimos a por las mochis pero vimos que la agencia estaba cerrada. La encargada había salido a comer sabiendo que nosotros teníamos un bus. Cuando faltaban 5 minutos, Laura salió corriendo a la estación para decir al bus que esperara o para pedir que nos devolvieran el dinero. Inmediatamente después llegaron, con toda la calma, a abrir la oficina y yo tuve que coger mi mochila grande y la de Laura e intentar correr al bus.

Entre el calor que hacía, los 23 kilos de mi mochi y los 15 de la de Laura se me hizo imposible correr y cada 20 pasos perdía el aliento. Fue una carrera agónica pero conseguimos llegar solo 3 minutos tarde.

No habíamos recordado que estábamos en Bolivia y que los horarios de bus son meramente orientativos, ya que hasta que no se llenan, no salen. Tuvimos que esperar media hora hasta que lo llenaron. El viaje a Potosí iba a ser mucho más duro de lo que nos esperabamos.

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